Abbá, Padre

Dios te busca, aunque tú no lo busques. Dios te ama,
aunque tú te hayas olvidado de él. Dios vislumbra en ti
una belleza, aunque pienses que has desperdiciado todos
tus talentos en vano. Dios no es solo un padre, es como
una madre que nunca deja de amar a su criatura.

Por otra parte, hay una “gestación” que dura siempre,
mucho más allá de los nueve meses de la física;
es una gestación que genera un circuito infinito de amor.

Para un cristiano, rezar es simplemente decir “Abba”,
decir “papá”, decir “Padre”, pero con la confianza de un
niño. Puede ser que a nosotros también nos suceda que
caminemos por sendas alejadas de Dios, como le pasó
al hijo pródigo; o que nos precipitemos en una soledad
que nos haga sentirnos abandonados en el mundo;
o, también, que nos equivoquemos y estemos paralizados
por un sentimiento de culpabilidad. En esos momentos
difíciles, todavía podemos encontrar la fuerza para
rezar, recomenzando con la palabra “Padre”, pero dicha
con el sentimiento tierno de un niño: “Abba”, “Papá”.
Él no nos ocultará su rostro.

Acordaos: quizás alguno lleva dentro cosas difíciles,
cosas que no sabe cómo resolver,
tanta amargura por haber hecho esto y esto… Él no nos
ocultará su rostro. Él no se encerrará en el silencio.
Tú dile “Padre” y él te contestará. Tú tienes un Padre.
“Sí, pero yo soy un delincuente…” ¡Pero tienes un padre que
te ama!

Dile, “Padre”, empieza a rezar así y en el silencio
nos dirá que nunca nos ha perdido de vista. “Pero, padre,
yo he hecho esto…” “No te he perdido nunca de vista, lo
he visto todo. Pero he estado siempre allí, cerca de ti, fiel
a mi amor por ti”. Esa será la respuesta.
Nunca os olvidéis de decir “Padre”.

Papa Francisco

Publicado en: Oraciones con espíritu, VVAA, Ed. Fundación Maior, 2020 pp. 33-34.

Compartir: