Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que haya acudido a vos,
implorando vuestra asistencia y
reclamando vuestro socorro,
haya sido abandonado de vos.
Animado con esta confianza,
a vos también acudo,
o Virgen Madre de las Vírgenes,
y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana,
no desechéis, oh purísima Madre de Dios,
mis humildes súplicas,
antes bien escuchadlas benignamente.
Publicado en: Oraciones con espíritu, VVAA, Ed. Fundación Maior, 2020 pps. 61-62.