Admirabile commercium!

«La vocación sacerdotal es un misterio. Es el misterio de un «maravilloso intercambio» –admirabile commercium– entre Dios y el hombre. Este ofrece a Cristo su humanidad para que Él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el misterio de este «intercambio» no se logra entender cómo puede suceder que un joven, escuchando la palabra »¡sígueme!», llegue a renunciar a todo por Cristo, en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará plenamente.

¿Hay en el mundo una realización más grande de nuestra humanidad que poder representar cada día in persona Christi el Sacrificio redentor, el mismo que Cristo llevó a cabo en la Cruz? En este Sacrificio, por una parte, está presente del modo más profundo el mismo Misterio trinitario, y por otra está como «recapitulado» todo el universo creado (cf. Ef 1, 10). La Eucaristía se realiza también para ofrecer «sobre el altar de la tierra entera el trabajo y el sufrimiento del mundo», según una bella expresión de Teilhard de Chardin. He ahí por qué, en la acción de gracias después de la Santa Misa, se recita también el Cántico de los tres jóvenes del Antiguo Testamento: Benedicite omnia opera Domini Domino… En efecto, en la Eucaristía todas las criaturas visibles e invisibles, y en particular el hombre, bendicen a Dios como Creador y Padre y lo bendicen con las palabras y la acción de Cristo, Hijo de Dios».

San Juan Pablo II

Don y Misterio. Juan Pablo II.

Compartir: