Que Ana conciba inmaculada a su hija es un hecho que la introduce bien profundamente en los futuros misterios de la virginidad, misterios que hoy se ciernen sobre todo lo que es vocación pura. Es como si en esta concepción se hubiese puesto el fundamento de muchas cosas que nunca cesarán de mantener viva su fecundidad en la Iglesia como tal y en su levadura más propia: los santos. Ana seguramente no entiende mucho lo que ha sucedido con ella, pero en todo caso entiende lo suficiente para sentirse profundamente turbada y a la vez débordée (desbordada) y dépasée (sobrepasada) por el misterio.
Nadie le ha pedido su consentimiento, pero su cuerpo se ha transformado en la gran respuesta a esa pregunta no hecha. A partir de su no ser consultada podrá surgir el ser consultada de su hija. Ana está pre-dispuesta en el interior del ser dispuesta de María que se va haciendo visible. Algo de este misterio parece hacerse visible en familias como los Martin, en la que los dos padres piensan en el monasterio sin oír la llamada determinante. Y sólo Teresita y sus hermanas entrarán en el convento. Ana concibe en vista del evento más grande: la concepción virginal de la Madre de Dios. Pero el misterio definitivo [será] el Hijo de Dios, que se hace Hijo del Hombre por medio de la cadena inquebrantable Ana-María.
Adrienne von Speyr
Publicado en: Una primera mirada a Adrienne von Spyer. Ediciones San Juan p. 432.