Joaquín, el padre de María

Joaquín, al igual que Zacarías, es introducido en misterios que sólo José habrá de vivir y, hasta cierto punto, comprender en la plenitud de la castidad. Joaquín es tomado, sin que él mismo pueda tomar. Le está permitido realizar la plena donación varonil a la mujer, pero esto conlleva esencialmente la renuncia a la niña, que es concebida inmaculada por Ana. Casi parece como si Dios Padre quisiera manifestarse inagotable en los modos de imponer la castidad. No sólo para preparar al Hijo un camino absoluto, único y digno de Él, sino también y aún más para demostrar a los discípulos y seguidores de su Hijo la pluralidad de formas del único camino y estimularlos en la imitación de lo que es digno de ser imitado.

Joaquín, por cierto, no podía comprender mucho, sin embargo vivía en el misterio. Por tanto, él puede llevarnos cabalmente a no querer comprender tanto, sino a querer vivir más. Joaquín se transforma en el prototipo del hombre que deja actuar a Dios sin muchas preguntas, del que deja acontecer sin resentimiento –pues el resentimiento paraliza toda fecundidad–, para entonces experimentar la plenitud de la fecundidad justo en el interior de su obediencia: como su participación en el no ser partícipe en la concepción de María.

Adrienne von Speyr

Publicado en: Una primera mirada a Adrienne von Spyer. Ediciones San Juan p. 433.

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