Henos aquí, ante ti, Señor Espíritu Santo, abrumados aún por la multitud de nuestros pecados, pero reunidos especialmente en tu nombre. Ven a nosotros. Permanece en nosotros. Dígnate penetrar en nuestros corazones. Enséñanos lo que debemos hacer. Muéstranos hacia dónde hemos de dirigirnos. Obra aquello que debemos realizar.
Que seas la única fuente de inspiración y el único autor de nuestros juicios. Tú, que sólo con Dios Padre y con su Hijo posees el nombre glorioso. Guárdanos de perturbar la justicia, tú que amas de una manera suprema todo lo que es recto. Que la ignorancia no nos arrastre hacia el mal.
Que el éxito no influya en nosotros. Que ninguna recepción de presentes y ninguna acepción de personas venga a corrompernos. Al contrario únenos eficazmente a ti, por el don de la única gracia, a fin de que seamos uno en ti y que no nos separemos en nada de la verdad.
Que reunidos en tu nombre, guardando la justicia en todas las cosas, guiados por la piedad, tomemos nuestras decisiones sin apartarnos en nada de ti, y que nuestras acciones bien realizadas nos valgan para obtener los dones eternos.
Rezada en el Concilio Vaticano I
Publicado en: Oraciones con espíritu, VVAA, Ed. Fundación Maior, 2020 pp. 49-50.