En él todo procede del amor. Su actitud interior no conoce vacilaciones, siempre está en el centro del amor. Y su amor crece, creciendo su visión comprensiva en el amor. Ama de un modo indiviso, de un modo siempre acorde con su estado interior. Acompaña en el amor ya desde la primera llamada. Y cuanto más le es permitido amar, tanto más se abre al amor.
Siempre más el amor de Dios ilumina y despliega realidades en él y de este modo es dilatado siempre más por el amor. Para él, el amor se hace siempre más evidente, nunca se instala ni se hace rutinario: permanece una donación de sí siempre más perfecta. Para la visión del Apocalipsis hubiera estado pronto ya desde el inicio. Sin embargo, el Señor quiso dejar que su amor y su disponibilidad se expandieran hasta la plenitud de esta visión.
Adrienne von Speyr
Publicado en: Una primera mirada a Adrienne von Spyer. Ediciones San Juan p. 335.